Contra la cháchara del periodismo, se revela que la ideología es la clave del poder (y no la mentira del “pragmatismo”). La gaffe televisiva de Massot, bien entendida, dio una señal al peronismo reciclado: “ustedes vienen después”. Pero la militancia responde: todo puesto es puesto menor. -por Damián Selci
El plan B antiperonista
Hace poco, el jefe de bloque de Cambiemos en Diputados, Nicolás Massot, dijo una frase que a muchos les pareció esperanzadora: “Nosotros vamos a gobernar 6 o 10 años, pero después va a venir un peronismo reciclado”. Fue durante un programa de televisión; Massot creía estar fuera del aire; cuando los periodistas le hicieron notar que su declaración había salido en vivo, su rostro se transformó. La intelligentzia peronista tomó esta gaffe como una prueba de la caducidad inevitable de Cambiemos: “hasta ellos saben que esto no dura, y que vamos a volver”. Massot expresó pesar por la publicidad indeseada de estas reflexiones, pero después las reivindicó en Twitter: “Pienso y ratifico todo lo que dije al aire. Sólo hubiera gesticulado menos”. Así que no deberíamos pensar que Massot está preocupado por la vuelta del “peronismo reciclado”. Muy a la inversa, eso es exactamente lo que quiere: otro peronismo, uno “reciclado”, o sea, no el kirchnerismo. Conclusión inevitable: el auténtico problema para la derecha es el kirchnerismo. Conclusión inevitable dos: el kirchnerismo es crecientemente el nombre de la lucha popular, de modo que jamás, ni siquiera alegando razones “tácticas”, de “sumar”, se puede renunciar a él. Como dice el filósofo esloveno Slavoj Zizek: se empieza cediendo en las palabras, y luego en todo lo demás…
Y por eso, conclusión tres: lo que molesta del kirchnerismo es justamente su programa ideológico –más aún, de algún modo “kirchnerismo” implica “tener mucha, demasiada ideología”. Resultará raro, pero a diferencia de toda la variada gama de opinadores disfrazados de dirigentes políticos, el kirchnerismo se guía por un programa ideológico, y el resto no. Menem no lo tenía: se lo alquiló a Alsogaray. Existe la extendida y estúpida idea de que la ideología no se lleva bien con el poder. Supuestamente, la ideología es “principios”, y los principios recortan mucho el margen de acción, de manera que es mejor no tenerlos y “ser pragmático”. Por cierto, la verdad es exactamente la contraria. La ideología da muchísima fuerza, muchísima capacidad de entusiasmo, muchísima capacidad de resistencia y organización. Más aún: la ideología suma (basta ver hacia dónde fluye la militancia: hacia donde está la ideología, siempre). De hecho, el poder real lo tiene siempre el sector más ideologizado. Para decirlo con toda sencillez, Menem no tenía el poder real, y Cristina sí; Menem no tomaba las últimas decisiones de Estado, y Cristina sí. ¿Por qué? Porque Menem carecía de un programa propio: tomaba las decisiones de otros. ¿Qué hay que hacer con la economía? A ver, veamos las opiniones de la familia Born, de Cavallo… o sea de los “ideologizados”…
Conclusión cuatro: lo que quiere Massot es un peronismo sin ideología. No hay, pese a sensacionalismo baboso de José Natanson, ninguna “novedad” en esto. Es el viejo plan B antiperonista. Mariano Grondona lo enunció miles de veces. Una vez que fracasó la desperonización de la sociedad, la derecha se concentró en la desperonización del peronismo. Lo ha logrado en muchos casos. (Hoy la traducción de esta misma táctica es: peronismo sin kirchnerismo, “Cristina tiene techo bajo”, etc. Lo divertido es que para la intelligentzia esto podría ser una buena táctica.)
La astucia de la razón ideológica
Sigamos con la quinta conclusión: los que renuncian a la ideología, renuncian al poder real. Menem no decidía. Magnetto se lo dijo en la cara: “puesto menor”. Si tomamos a Menem como la encarnación más pura del pragmatismo sin ideología, todo lo que queda de él es que los “ideologizados” neoliberales lo usaron y lo tiraron. Los pragmáticos, los autoproclamados pragmáticos, son tontos útiles. Sirven o no sirven y sus míseras pasiones son utilizadas despiadadamente por los “ideologizados”, que tienen ambiciones mucho más grandes: someter a todo un país, liberar a todo un país. Cosas grandes, históricas, no “ser gobernador”.
Sexta conclusión, algo más oscura: la frase de Massot funciona muy bien para el seudo-peronismo “dialoguista”, integrado hoy por seres de naturaleza sorprendente como Urtubey. Les dice muy claramente que después de Macri no viene el kirchnerismo, vienen ellos. Buena promesa. “Si el peronismo se recicla, lo dejamos ganar”. La frase real que pronunció Massot ante las cámaras fue insignificantemente distinta: el de Cambiemos “es un proceso de 20 años que posiblemente lo termine el peronismo, ojalá lo termine el peronismo; ojalá sea una continuación de lo grueso del plan económico que se está haciendo ahora”. Pero hay que tener muy poca ambición para dejarse tentar por estas promesas. ¿Para qué sirve gobernar, si hacemos lo que quiere Massot: ajustar, endeudar, bajar salarios y jubilaciones? Esta pregunta le cabe a muchos gobernadores e intendentes. ¿De qué sirve ser gobernador si cuando llega el momento mandamos a los senadores a votar la Reforma Previsional?
Desde el punto de vista de la carrera personal, “ser intendente”, “ser gobernador” puede llegar a ser un objetivo deseable. Por eso las carreras personales no sirven para nada. Lo que sirve es la militancia ultra-ideologizada, para la cual lo emocionante nunca es “ser” alguien o algo, sino “transformar” la sociedad, es decir, transformarse uno mismo y a los demás en algo mejor, más noble, más espiritual. Desde el punto de vista de la militancia, que alguien agote todas sus energías en “ser presidente” es algo carente de sentido: constituye un déficit de ambición. Porque en cierto sentido es verdad que el de presidente es un “puesto menor”. Como cualquier puesto, en sí mismo no es nada. De la Rúa fue presidente. ¿Y? La ambición personal es siempre mediocre. La ambición colectiva es siempre grande. La séptima conclusión será entonces doble y tajante: ganar significa únicamente ganar con ideología; la ideología es lo único que vuelve posible ganar.
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