-En la Caverna Mediática, mitos y submitos sobre la Cámpora, la Diosa Gestión y el que pasa por la puerta de la UB los sábados. -Una opción de hierro: análisis electoral o simple locura periodística. -Diatriba contra los verbos de escritorio.
por Violeta Kesselman
por Violeta Kesselman
Un estribillo suena en
el discurso de los analistas renovadores: el gran error de Cristina habría sido
recostarse en la construcción de Unidos y Organizados por encima del PJ. Su
pulsión jacobina, frente a un Néstor que “negociaba” y “hacía política”, la
habría hecho decantarse por esos jóvenes que practican el sectarismo, el
tardo-montonerismo y la exclusión de dirigentes del justicialismo. El cuadro
sería más o menos el siguiente: de un lado, los militantes sobreideologizados;
del otro, los intendentes hiperrealistas. Estos ganan elecciones, aquellos son una
máquina de perder poder y votos.
Por momentos, algunas voces son más
municipalistas que los dirigentes municipales: de los 135 mandatarios
distritales bonaerenses, uno solo, Ishii, criticó el accionar de la militancia
en la campaña (“El problema fue darle el manejo de la campaña a La Cámpora,
porque esos pibes nunca hicieron una elección”). El resto no parece compartir
el diagnóstico. Y es que ese “error de Cristina” es una falsa explicación. No
resiste un contraste serio con datos de la realidad y no responde a lo que
efectivamente pasa en el territorio, en el día a día de la construcción
política. Vamos a analizar algunos de los ingredientes que componen el
argumento de esos que se aburrieron del kirchnerismo.
Los
supuestos mariscales de la derrota
El primer sub-mito
decía: Cristina se cerró sobre UyO y excluyó al PJ. Pero atentos, desde la
semana pasada dice: Cristina eligió al PJ y se desilusionó de UyO. Prestar
demasiada atención a las actualizaciones de La Política Online conduce a esas
lecturas esquizofrénicas. Mientras, en la república de la realidad, muchos
jóvenes militantes tienen lugar en las listas internas del PJ bonaerense para
las elecciones del 15 de diciembre; esta integración estructural constituye la
prueba de la integración funcional: están en la misma orgánica porque son lo
mismo. La noticia fue poco o nada divulgada por los portales de noticias
favoritos de los aburridos, quizás porque refuta la idea de que el PJ y la
militancia son dos actores políticos que miran el reloj a ver cuándo cae en
desgracia el otro. No conviene nunca separar “la idea” de “la finalidad
política de la idea”: esta en particular tiene como objetivo minar la
conducción de Cristina presentándola como incapaz de reconciliar a grupos
supuestamente enfrentados al interior de su espacio. El último cambio de gabinete
demostró que las hipotéticas dos aristas del kirchnerismo sólo pueden avanzar
juntas, y son por lo tanto una y la misma cosa.
Pero aun si tomáramos esa hipótesis
conspirativa e irresponsable, los datos tampoco acompañarían a la imaginación.
Los números no cierran. Repasemos el segundo sub-mito, que sigue el
razonamiento a lo Ishii: UyO ejecutó la campaña en la provincia de Buenos Aires;
ahí se perdió por once puntos; por lo tanto, esa derrota es culpa de UyO. Por
“ejecutar la campaña” nos referimos muy concretamente a delinear y llevar
adelante la táctica local que la guía: de qué manera distribuir los recursos
que llegan, dónde y cuándo hacer un acto, si dejar de hacerlo y encarar una
campaña volcada a los barrios, de qué forma abordar la
charla con los vecinos, en qué zonas reforzar la difusión y en cuáles no, entre
otras decisiones inmediatas de suma importancia.
La historia empieza a
complicarse cuando se tiene en cuenta que en casi todos los distritos la
campaña kirchnerista la llevó adelante el intendente local. La militancia la
tomó a su cargo sólo en los municipios opositores: los casos de Almirante
Brown, Malvinas Argentinas, Hurlingham y San Miguel, entre otros. Lo esperable
sería que en estos municipios el FPV hubiera tenido resultados invariablemente
desastrosos: pues bien, no fue así. Los porcentajes (que los cultores de la
realpolitik deberían leer primero que nadie) no apoyan la hipótesis de la
militancia mariscala de la derrota.
Argumentos
un poquito abstractos
Pero hay una cuestión
más de fondo. El mito de baja fidelidad del que hablamos puede ser medianamente
viable si viene acompañado por otro: el que dice que la militancia no tiene
trabajo territorial “verdadero” o, si lo tiene, no es eficaz. La ceguera de la
batalla cultural mayormente les impediría a los militantes ir a pintar clubes,
cavar zanjas, tejer relaciones con referentes barriales; si atinaran a hacerlo,
lo llevarían a cabo sin la capacidad de interpelar al “ciudadano común”. O sea,
no podrían construir vínculos de confianza y respeto mutuo con los vecinos de
los barrios; sintéticamente: no tendrían ninguna representatividad.
La idea toca también
los corazones de muchos que, sin apoyar fervorosamente el armado de Massa, se aburrieron
del kirchnerismo. En primer lugar, porque la exigencia de construcción
territorial efectiva suena atendible a los oídos de una persona interesada en
la felicidad del pueblo. Eso en principio está bien: no se puede mejorar la
vida de nadie si no es trabajando en los barrios. En segundo lugar, porque esa
idea despierta también los reflejos que muchos lectores construyeron al leer a
pensadores de la talla y el estilo de Sarlo, para quien la política de las
zonas pobres del conurbano donde se vota masivamente a los intendentes
peronistas se reduce al clientelismo y a la violencia. Tras años de una justa
defensa contra esa concepción elitista, y ya como un tic, cualquier actor
político que no sea esos mismos intendentes es juzgado de entrada como anti-popular,
por más que trabaje con ellos y comparta el mismo espacio político.
Como el que un sábado a la mañana pasa con el
auto por la puerta de la unidad básica y grita “¡vagos, vayan a laburar!”, la
certeza aparente de que la militancia no tiene trabajo territorial sólo puede
deberse a dos razones: desconocimiento o mala fe. No se entiende, en esos
análisis, dónde están los casi 30 mil militantes reales de La Cámpora, los miles del Movimiento Evita, de Nuevo
Encuentro y los de otras organizaciones: parece que nunca hubieran puesto un
pie en la calle, nunca hubieran hablado con un vecino en un lenguaje mutuamente
inteligible y pasaran sus horas encerrados en una unidad básica, sólo
conversando entre ellos. Pero lo cierto es que cualquier organización más o menos
exitosa, que incorpora militantes, que se expande territorialmente, tiene que
tener anclaje territorial verdadero y palpable; no basta sólo la legitimidad de
su conductor, en este caso, Cristina. De otra manera, deja de reproducirse a sí
misma y decae. En cada una de las escuelas pintadas, de las casas construidas,
de las zanjas cavadas hay negociaciones, interpelación; en una palabra,
política.
Lo que parece faltarles
a los fanáticos de la realpolitik es, de nuevo, observación de la realidad. En
este caso, para ponderar de manera más exacta y más cercana el trabajo concreto
que esos militantes llevan a cabo en los barrios, trabajo que vincula una
unidad básica con una sociedad de fomento pasando por una dependencia estatal.
Las jornadas “La Patria es el Otro”, cuando la inundación en La Plata,
mostraron algo de esta relación: miles de militantes estuvieron durante dos
meses en la ciudad y su periferia oficiando de correa de transmisión entre los
recursos estatales y las donaciones de los ciudadanos, por un lado, y los
damnificados por el otro. Más allá de la difamación, rápidamente desactivada,
que decía que los militantes se quedaban con las donaciones, y del insólito
cuestionamiento a La Cámpora por el uso de pecheras con identificación, no hubo
ciertamente quejas de peso sobre la capacidad de acción que las organizaciones
exhibieron en esos días de urgencia. Y es que la masividad del fenómeno
militante y la fuerza de sus convicciones logran multiplicar los esfuerzos del
Estado, potenciándolo para que llegue hasta el fondo de las necesidades
populares. Conviene recordar que la diosa Gestión no aparece sólo porque se le
canten loas. Para existir necesita de personas concretas que responden a
intereses también concretos, a relaciones de fuerza específicas, a conducciones
determinadas.
¿Qué pasa, entonces? Es curioso que los que le
piden a los militantes que “complejicen” y “maticen”, entre otros verbos de
escritorio, dejen de complejizar y matizar sobre los datos concretos, y se
limiten a un preconcepto más cercano al del portal del diario La Nación. Quizás
quienes piensan esto desconocen el trabajo de los militantes en cada distrito
donde la militancia kirchnerista tiene presencia. O quizás lo saben pero eligen
pasarlo por alto, porque eso “complejizaría” el panorama en un sentido que no
están dispuestos a admitir. Sucede que es fácil ignorar una labor cotidiana que
no aparece en los diarios y en la radio, en parte por el silenciamiento de
cualquier logro del kirchnerismo, en parte por la definición de las mismas
organizaciones de priorizar la agenda popular real por sobre la agenda mediática.
Habría que recordarles a los aburridos que no conviene confundir presencia en
los medios con poder en el territorio. Una aparición en el noticiero no
equivale a otro lazo más con un club de barrio.
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5 comentarios:
Está bien. Aunque me parece que estás simplificando, extremando, el argumento crítico hacia La Cámpora -el que es realizado con interés por comprender la situación política y no por mera denostación conservadora- para poder rebatirlo con facilidad.
Más allá de la elogiable militancia de los jóvenes en los barrios, que no cuestiono, hay una serie de concepciones y apariciones de los referentes de esa organización que produce escasa identificación en quienes no sean del nucleo duro k.
Me refiero a hablar de un partido fundacional en nuestro país como "narcosocialismo" como si fueran los enemigos principales, me refiero a increpar al aire públicamente haciendo uso de posición jerárquica a un periodista por preguntar algo que no conviene al referente, entre muchas otras.
Me refiero al fanatismo impregnado en ciertas declaraciones donde se presume que los "puros" son los militantes juveniles (acríticos del atravesamiento de sus prácticas por la lógica estatal)y el resto serían oligarcas, lo que deja afuera al resto de la sociedad.
Un analista que se pretenda riguroso no debería dejar pasar, por mero interés de clarificar su posición política, esos elementos, que afortunadamente si son señalados por otros analistas, que la autora denuesta y cuyos argumentos simplifica para comprobar la validez de su posición política.
Verónica, esa labor que vos describís con una retórica enternecida se llama clientelismo.
La Cruz Roja que le pide a los refugiados del Cuerno de África que los voten a la salida del hospital de campaña.
La chica de Greenpeace que cayó presa en Rusia, dejándole a los osos polares la boleta con los candidatos a diputados.
No sirve en términos prácticos y está reñido con cualquier concepción ético-política que se pueda tener.
Me gustó mucho...ahora, los comentarios de arriba me recuerdan muuuucho a otra nota tuya, "Sarlo vs Merklen". Se las recomiendo.
30.000 militantes decís que hay en La Cámpora? Esa info de dónde sale???
Miguel
Poco interesante una nota cuyo argumento principal es 1)Dicen que La Cámpora no milita porque no trabaja en el territorio 2)Digo que La Cámpora trabaja en el territorio 3)La Cámpora milita.
Sean más interesantes cumpas nos se enojen pero nos vamos al tacho así.
¡Abrazo!
Micaela
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