viernes, 29 de noviembre de 2013

Militancia y prejuicio

-En la Caverna Mediática, mitos y submitos sobre la Cámpora, la Diosa Gestión y el que pasa por la puerta de la UB los sábados. -Una opción de hierro: análisis electoral o simple locura periodística. -Diatriba contra los verbos de escritorio.

por Violeta Kesselman 

Un estribillo suena en el discurso de los analistas renovadores: el gran error de Cristina habría sido recostarse en la construcción de Unidos y Organizados por encima del PJ. Su pulsión jacobina, frente a un Néstor que “negociaba” y “hacía política”, la habría hecho decantarse por esos jóvenes que practican el sectarismo, el tardo-montonerismo y la exclusión de dirigentes del justicialismo. El cuadro sería más o menos el siguiente: de un lado, los militantes sobreideologizados; del otro, los intendentes hiperrealistas. Estos ganan elecciones, aquellos son una máquina de perder poder y votos.

 Por momentos, algunas voces son más municipalistas que los dirigentes municipales: de los 135 mandatarios distritales bonaerenses, uno solo, Ishii, criticó el accionar de la militancia en la campaña (“El problema fue darle el manejo de la campaña a La Cámpora, porque esos pibes nunca hicieron una elección”). El resto no parece compartir el diagnóstico. Y es que ese “error de Cristina” es una falsa explicación. No resiste un contraste serio con datos de la realidad y no responde a lo que efectivamente pasa en el territorio, en el día a día de la construcción política. Vamos a analizar algunos de los ingredientes que componen el argumento de esos que se aburrieron del kirchnerismo.


Los supuestos mariscales de la derrota

El primer sub-mito decía: Cristina se cerró sobre UyO y excluyó al PJ. Pero atentos, desde la semana pasada dice: Cristina eligió al PJ y se desilusionó de UyO. Prestar demasiada atención a las actualizaciones de La Política Online conduce a esas lecturas esquizofrénicas. Mientras, en la república de la realidad, muchos jóvenes militantes tienen lugar en las listas internas del PJ bonaerense para las elecciones del 15 de diciembre; esta integración estructural constituye la prueba de la integración funcional: están en la misma orgánica porque son lo mismo. La noticia fue poco o nada divulgada por los portales de noticias favoritos de los aburridos, quizás porque refuta la idea de que el PJ y la militancia son dos actores políticos que miran el reloj a ver cuándo cae en desgracia el otro. No conviene nunca separar “la idea” de “la finalidad política de la idea”: esta en particular tiene como objetivo minar la conducción de Cristina presentándola como incapaz de reconciliar a grupos supuestamente enfrentados al interior de su espacio. El último cambio de gabinete demostró que las hipotéticas dos aristas del kirchnerismo sólo pueden avanzar juntas, y son por lo tanto una y la misma cosa.  

Pero aun si tomáramos esa hipótesis conspirativa e irresponsable, los datos tampoco acompañarían a la imaginación. Los números no cierran. Repasemos el segundo sub-mito, que sigue el razonamiento a lo Ishii: UyO ejecutó la campaña en la provincia de Buenos Aires; ahí se perdió por once puntos; por lo tanto, esa derrota es culpa de UyO. Por “ejecutar la campaña” nos referimos muy concretamente a delinear y llevar adelante la táctica local que la guía: de qué manera distribuir los recursos que llegan, dónde y cuándo hacer un acto, si dejar de hacerlo y encarar una campaña volcada a los barrios, de qué forma abordar la charla con los vecinos, en qué zonas reforzar la difusión y en cuáles no, entre otras decisiones inmediatas de suma importancia. 

La historia empieza a complicarse cuando se tiene en cuenta que en casi todos los distritos la campaña kirchnerista la llevó adelante el intendente local. La militancia la tomó a su cargo sólo en los municipios opositores: los casos de Almirante Brown, Malvinas Argentinas, Hurlingham y San Miguel, entre otros. Lo esperable sería que en estos municipios el FPV hubiera tenido resultados invariablemente desastrosos: pues bien, no fue así. Los porcentajes (que los cultores de la realpolitik deberían leer primero que nadie) no apoyan la hipótesis de la militancia mariscala de la derrota.

En Almirante Brown, el Frente Renovador corría con la enorme ventaja de tener en el segundo lugar de la lista a diputados nacionales a Giustozzi, intendente del distrito reelecto con más del 70% de los votos en 2011. Ese factor, más, recordemos, la conducción alocada de UyO, hacía esperar una derrota aplastante para el kirchnerismo. Pues bien, en las elecciones de octubre la lista de diputados nacionales del FPV obtuvo en Almirante Brown un 33,33%, porcentaje mayor al de Ituzaingó, donde Insaurralde sacó un 31,3%. Otro caso es Hurlingham, donde con un intendente massista y una campaña a cargo de las organizaciones kirchneristas, el FPV tuvo un mejor resultado que en Tres de Febrero, que tiene un intendente alineado con la Casa Rosada (30,9% contra 27,6%). Otro distrito renovador, San Miguel, empató este último resultado. Y en Malvinas Argentinas, territorio de Cariglino, el FPV estuvo muy cerca también de los números del distrito de Curto con el 27,3% (todos los datos fueron sacados de argentinaelecciones.com). En síntesis: estos distritos donde la campaña sí fue llevada a cabo por la militancia desmienten el prejuicio de que la conducción de UyO es la causa primera de todos los males. Habría que agregar, además, que en esos municipios hostiles la campaña fue cualitativamente distinta a de los partidos gobernados por el FPV: ahí la militancia tuvo que instalar un candidato, ir casa por casa, barrio por barrio, sin ningún apoyo de la estructura del PJ local -que fue cooptado por Massa.

Argumentos un poquito abstractos

Pero hay una cuestión más de fondo. El mito de baja fidelidad del que hablamos puede ser medianamente viable si viene acompañado por otro: el que dice que la militancia no tiene trabajo territorial “verdadero” o, si lo tiene, no es eficaz. La ceguera de la batalla cultural mayormente les impediría a los militantes ir a pintar clubes, cavar zanjas, tejer relaciones con referentes barriales; si atinaran a hacerlo, lo llevarían a cabo sin la capacidad de interpelar al “ciudadano común”. O sea, no podrían construir vínculos de confianza y respeto mutuo con los vecinos de los barrios; sintéticamente: no tendrían ninguna representatividad.

La idea toca también los corazones de muchos que, sin apoyar fervorosamente el armado de Massa, se aburrieron del kirchnerismo. En primer lugar, porque la exigencia de construcción territorial efectiva suena atendible a los oídos de una persona interesada en la felicidad del pueblo. Eso en principio está bien: no se puede mejorar la vida de nadie si no es trabajando en los barrios. En segundo lugar, porque esa idea despierta también los reflejos que muchos lectores construyeron al leer a pensadores de la talla y el estilo de Sarlo, para quien la política de las zonas pobres del conurbano donde se vota masivamente a los intendentes peronistas se reduce al clientelismo y a la violencia. Tras años de una justa defensa contra esa concepción elitista, y ya como un tic, cualquier actor político que no sea esos mismos intendentes es juzgado de entrada como anti-popular, por más que trabaje con ellos y comparta el mismo espacio político.

 Como el que un sábado a la mañana pasa con el auto por la puerta de la unidad básica y grita “¡vagos, vayan a laburar!”, la certeza aparente de que la militancia no tiene trabajo territorial sólo puede deberse a dos razones: desconocimiento o mala fe. No se entiende, en esos análisis, dónde están los casi 30 mil militantes reales de La Cámpora, los miles del Movimiento Evita, de Nuevo Encuentro y los de otras organizaciones: parece que nunca hubieran puesto un pie en la calle, nunca hubieran hablado con un vecino en un lenguaje mutuamente inteligible y pasaran sus horas encerrados en una unidad básica, sólo conversando entre ellos. Pero lo cierto es que cualquier organización más o menos exitosa, que incorpora militantes, que se expande territorialmente, tiene que tener anclaje territorial verdadero y palpable; no basta sólo la legitimidad de su conductor, en este caso, Cristina. De otra manera, deja de reproducirse a sí misma y decae. En cada una de las escuelas pintadas, de las casas construidas, de las zanjas cavadas hay negociaciones, interpelación; en una palabra, política.

Lo que parece faltarles a los fanáticos de la realpolitik es, de nuevo, observación de la realidad. En este caso, para ponderar de manera más exacta y más cercana el trabajo concreto que esos militantes llevan a cabo en los barrios, trabajo que vincula una unidad básica con una sociedad de fomento pasando por una dependencia estatal. Las jornadas “La Patria es el Otro”, cuando la inundación en La Plata, mostraron algo de esta relación: miles de militantes estuvieron durante dos meses en la ciudad y su periferia oficiando de correa de transmisión entre los recursos estatales y las donaciones de los ciudadanos, por un lado, y los damnificados por el otro. Más allá de la difamación, rápidamente desactivada, que decía que los militantes se quedaban con las donaciones, y del insólito cuestionamiento a La Cámpora por el uso de pecheras con identificación, no hubo ciertamente quejas de peso sobre la capacidad de acción que las organizaciones exhibieron en esos días de urgencia. Y es que la masividad del fenómeno militante y la fuerza de sus convicciones logran multiplicar los esfuerzos del Estado, potenciándolo para que llegue hasta el fondo de las necesidades populares. Conviene recordar que la diosa Gestión no aparece sólo porque se le canten loas. Para existir necesita de personas concretas que responden a intereses también concretos, a relaciones de fuerza específicas, a conducciones determinadas.

 ¿Qué pasa, entonces? Es curioso que los que le piden a los militantes que “complejicen” y “maticen”, entre otros verbos de escritorio, dejen de complejizar y matizar sobre los datos concretos, y se limiten a un preconcepto más cercano al del portal del diario La Nación. Quizás quienes piensan esto desconocen el trabajo de los militantes en cada distrito donde la militancia kirchnerista tiene presencia. O quizás lo saben pero eligen pasarlo por alto, porque eso “complejizaría” el panorama en un sentido que no están dispuestos a admitir. Sucede que es fácil ignorar una labor cotidiana que no aparece en los diarios y en la radio, en parte por el silenciamiento de cualquier logro del kirchnerismo, en parte por la definición de las mismas organizaciones de priorizar la agenda popular real por sobre la agenda mediática. Habría que recordarles a los aburridos que no conviene confundir presencia en los medios con poder en el territorio. Una aparición en el noticiero no equivale a otro lazo más con un club de barrio.



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5 comentarios:

Anónimo dijo...

Está bien. Aunque me parece que estás simplificando, extremando, el argumento crítico hacia La Cámpora -el que es realizado con interés por comprender la situación política y no por mera denostación conservadora- para poder rebatirlo con facilidad.
Más allá de la elogiable militancia de los jóvenes en los barrios, que no cuestiono, hay una serie de concepciones y apariciones de los referentes de esa organización que produce escasa identificación en quienes no sean del nucleo duro k.
Me refiero a hablar de un partido fundacional en nuestro país como "narcosocialismo" como si fueran los enemigos principales, me refiero a increpar al aire públicamente haciendo uso de posición jerárquica a un periodista por preguntar algo que no conviene al referente, entre muchas otras.
Me refiero al fanatismo impregnado en ciertas declaraciones donde se presume que los "puros" son los militantes juveniles (acríticos del atravesamiento de sus prácticas por la lógica estatal)y el resto serían oligarcas, lo que deja afuera al resto de la sociedad.
Un analista que se pretenda riguroso no debería dejar pasar, por mero interés de clarificar su posición política, esos elementos, que afortunadamente si son señalados por otros analistas, que la autora denuesta y cuyos argumentos simplifica para comprobar la validez de su posición política.

Diego dijo...

Verónica, esa labor que vos describís con una retórica enternecida se llama clientelismo.
La Cruz Roja que le pide a los refugiados del Cuerno de África que los voten a la salida del hospital de campaña.
La chica de Greenpeace que cayó presa en Rusia, dejándole a los osos polares la boleta con los candidatos a diputados.
No sirve en términos prácticos y está reñido con cualquier concepción ético-política que se pueda tener.

Bombi dijo...

Me gustó mucho...ahora, los comentarios de arriba me recuerdan muuuucho a otra nota tuya, "Sarlo vs Merklen". Se las recomiendo.

Anónimo dijo...

30.000 militantes decís que hay en La Cámpora? Esa info de dónde sale???

Miguel

Anónimo dijo...

Poco interesante una nota cuyo argumento principal es 1)Dicen que La Cámpora no milita porque no trabaja en el territorio 2)Digo que La Cámpora trabaja en el territorio 3)La Cámpora milita.

Sean más interesantes cumpas nos se enojen pero nos vamos al tacho así.

¡Abrazo!

Micaela