domingo, 23 de diciembre de 2007

Schönberg y la dialéctica de la composición musical


“… el alumno aprenderá las leyes y usos de la tonalidad como si hoy estuvieran en plena vigencia, pero aprenderá también los movimientos que conducen a su supresión. Debe saber que las condiciones para la disolución del sistema tonal están contenidas en los supuestos mismos sobre los que se funda.” (Arnold Schönberg, Tratado de armonía, 1911.)

Un comentario pormenorizado de la gloriosa teoría musical de Schönberg ameritaría páginas y páginas. Que hoy nos baste con una notación marginal: siguiendo la tendencia culturalista de rigor, la crítica musical contemporánea no se cimienta en los procesos de construcción sonora, sino en el siempre equívoco y a veces alcohólico punto de vista de la experiencia de consumo, desdeñando orgullosamente toda indicación técnica (la técnica es acusada de “cósica” también en música). Schönberg, anticipándose, insiste repetidamente en su Tratado que él no escribe como crítico, sino como músico, como compositor, y aun como pedagogo. Pasa de la física de los armónicos superiores (mediante la cual soluciona todos los problemas de la teoría armónica convencional) a párrafos de explícita propaganda atonalista (como el citado, que alude directamente a cierta formulación célebre de Marx y Engels en el Manifiesto comunista) sin ninguna petitio principii, desarrollando la argumentación de modo paciente y orgánico, sin creer que la lectura desarreglada de tres apuntes Adorno, Foucault y Williams nos permite hablar de música eximiéndonos de conocer el sistema de las escalas griegas.

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