(Publicado originalmente en Revista Mancilla nr 4. Una versión de este texto fue leída en la presentación de La tendencia materialista el 27/09/2012, en el Museo del Libro y de la Lengua.)
Hay dos
generaciones involucradas en La tendencia materialista. Por un lado, la
generación de los “poetas de los 90” antologados en el libro; por otro, la
generación a la que pertenecen los antologadores. La publicación de este libro
es un reconocimiento y una validación no solamente de los poetas sino también
de los críticos, que vienen estudiando la poesía contemporánea hace muchos años
y especialmente a través de la revista Planta.
La preparación
de La tendencia materialista data de 2008. Desde ese momento a esta
parte se fueron publicando varias antologías y varias reediciones de poesía de
los 90: la Antología de la Nueva Poesía Argentina, financiada por Viggo
Mortensen y con selección de Gustavo López, editor de Vox; Punctum, de
Martín Gambarotta, por citar un ejemplo de cada caso. Esto habla de su
importancia y visibilización creciente.
Es importante
pensar en ese momento de preparación del libro. Los tres antologadores, en
aquel entonces jóvenes estudiantes de la carrera de Letras, reciben con
entusiasmo la formación universitaria y a la vez perciben sus límites. Aprenden
el valor de la crítica y a la vez desarrollan una educación paralela, no universitaria,
que transcurre en otro tipo de escenarios: lecturas de poesía, talleres
literarios, revistas digitales, reuniones con escritores. En el libro es
notable ese careo entre las dos educaciones. Ahí vemos una novedad en términos
críticos. Se trata de tres jóvenes interesados en la poesia de su tiempo, en
sus contemporáneos, que encuentran que el ámbito de la carrera de Letras no es
del todo propicia para ese interés justamente porque no se caracteriza por la
recepción de poesía en general y mucho menos de la poesía argentina
contemporánea en particular. Hay dos elementos muy importantes entonces: poesía
y tiempo presente, que son también los que interesan a los poetas de los 90.
Es poco común
que los grandes críticos se ocupen de la poesía; no hay textos de Piglia,
Sarlo, o Viñas, por citar algunos, sobre el tema. De hecho hay una famosa tapa
del Diario de Poesía donde Josefina Ludmer afirma que no lee poesía. En
su ultimo libro, Aquí América Latina, Ludmer le dice a Tamara Kamenszain
que no entiende a la poesía y le pregunta “qué pasa en la poesía actual”. La
negación de un genero literario entero acentúa un descredito simbólico ya
existente y en esa medida es una postura conservadora. De ahí uno de los
valores de La tendencia materialista:
proponerse como una antología crítica de poesía.
Por otro lado,
el modelo estructural y estilístico del libro proviene de una lectura
razonablemente universitaria como la
de La
Argentina en pedazos, de Ricardo Piglia.
De ahí parecen surgir las proposiciones breves, sintéticas, contundentes,
que no tienen mayor desarrollo ni justificación llevada a término. Esa
justificación, la parte analítica digamos, está en los artículos de la revista Planta;
ahí se pueden encontrar artículos críticos más extensos y desarrollados sobre
estos mismos poetas recogidos en La tendencia...
Entonces se
establece un tipo de critica que retoma elementos académicos pero a la vez
transita por un carril bien distinto en la medida en que marca como punto
principal el problema del valor (por qué estos poemas son buenos o malos, si
funcionan o no funcionan) y se acerca más al punto de vista del escritor. En
cuanto al estilo, además de la estructuración similar a La argentina en pedazos, hay un modo polémico muy a tono con la época, incluso antes de que la época
asumiera ese tono como principal.
Entonces las
preguntas son: qué se está escribiendo, qué de todo eso tiene valor y a la vez
para qué hacer un libro de crítica sobre eso que se esta escribiendo y tiene
valor. El libro plantea una interrogación sobre el para qué, sobre el uso del
saber en relación con un propósito social. Queda claro que uno de sus objetivos
principales es ampliar el público lector. De hecho el libro empieza así: “la
poesía de los 90 corrió la suerte de ser a la vez muy leída y muy poco leída”.
Es una alusión al hecho de que hay una primera línea de lectores que ya conocen
a los poetas y para los cuales estos nombres son evidentes, o discutibles o ya
discutidos, pero también a que por otra parte hay un desconocimiento general,
fuera de esa primera línea de interesados, respecto de la poesía de los 90, y
por tanto una búsqueda de interesarlos. El libro tiene esta lógica militante:
organizar y convencer a partir de argumentos. También la tienen los textos de
Planta y cualquier intervención oral de los antologadores sobre el tema.
Ampliar ese
publico lector está justificado en la introducción y no tiene que ver sólo con
la calidad evidente de todos los poemas. Es decir: no se trata de cuestiones
estrictamente literarias, sino de la capacidad de los poetas para articular
problemáticas de largo alcance, trascendiendo esas cuestiones estrictamente
literarias. Es fuera del primer círculo de interesados en literatura donde la
lectura no existió o no existe. Los temas, los problemas sociales que recorren
estos poemas son de una actualidad absoluta en el sentido de que nos son
contemporáneos: el balance interno de la militancia de los 70, en Gambarotta;
el problema del gobierno y la conducta antiperonista de la clase media argentina,
en Rubio; la pertinencia de la contracultura como identidad, en el caso de
Casas; el arte como herramienta de sublimación, de materialidad –y de
territorialidad, si agregamos las experiencias de Belleza y Felicidad o el
taller de ByF en Fiorito- en el caso de Laguna; la descomposición social
producto de la convertibilidad en relación con el lenguaje de los jóvenes, en
Desiderio; la ubicación de Argentina en el concierto de las naciones, la
división del trabajo y las concepciones liberales del mundo, en Raimondi; el
ocio y la explotación laboral de los inmigrantes en el caso de Cucurto. Son
todos temas que a un lector no especializado en poesía, siquiera en literatura,
le remiten directamente a nuestro presente, como también remiten muchos otros
ejemplos de poesía de los 90 que no están en la antología (al final del libro
hay una cronología de publicaciones de otros poetas de los 90, que abre las
puertas a una lectura mucho más amplia).
Por otro lado,
resultan novedosos los criterios en el armado del libro. La tendencia
materialista es una antología crítica, focalizada, por oposición a las que
conocimos hasta ahora, que eran de corte panorámico en el sentido de
presentación genérica de autores. Esta decisión de encarar una antología
crítica y focalizada es relevante porque significa que hay una atención al paso
del tiempo: ya no estamos en el mismo punto que hace 20 años; no hace falta
limitarse a la presentación de los autores, sino que hay una posibilidad de
leer y argumentar en retrospectiva sobre su valor, y a partir de ahí darlos a
conocer. Otro criterio importante es la honestidad intelectual, notoria en la
argumentación, en la validez general del aporte crítico, todo lo cual demuestra
el triunfo del trabajo por sobre el amiguismo, la rosca, las operaciones de los
suplementos culturales o los titubeos de las editoriales. Es el logro de tres
personas que trabajaron mucho tiempo para argumentar por qué hay una serie de
textos valiosos que merecen ser leídos.
La estructura
del libro también tiene peso propio. Primero hay una introducción donde se
justifican los criterios antológicos y después hay una breve historia de la
poesía de los 90, partiendo de la fundación del Diario de Poesía. Esta parte
histórica tiene no solamente el merito de contextualizar los momentos de
producción de los diferentes textos, sino también de demostrar que en la poesía
de los 90 había un pensamiento en términos de política cultural. Es decir: no
da cuenta solamente de los textos sino también de los talleres, los diarios y
las revistas, los premios, el sitio digital poesia.com, etc. Que hoy estemos
hablando de estos textos, que haya crecido el interés por la poesía de los 90,
que haya salido este libro, tiene que ver en parte con que los textos estaban
acompañados de esa política cultural de carácter movimentista, que agrupaba
diversas líneas poéticas bajo objetivos comunes.
Por cómo está
organizado el material y por la propia cronología de las publicaciones, el
armado del libro es una especie de Fenomenología del espíritu en la que cada
instancia lleva a la siguiente y finalmente todo se sintetiza en una
totalidad. Parece una historia de la
conciencia literaria de la poesía de los 90, siendo que el factor de cohesión
de los textos es justamente lo que da título al libro: la tendencia
materialista. También son factores de cohesión la desublimación de los objetos
de la percepción, el lenguaje como objeto, el trabajo con la oralidad e incuso
la contribución del Diario de Poesía a esa fenomenología. La figura de Daniel
García Helder es crucial tanto para los poetas como para los críticos. Aparece
en los agradecimientos “por su ayuda constante y dedicada”, lo que marca que la intervención de su parte
transciende a la generación de los 90 y llega hasta la actualidad. Hay que
reconocer a Helder como un gran maestro de todos estos nombres del libro,
alguien que ha contribuído enormemente a esa política cultural de los 90 por su
rol en el Diario y porque muchos de los poetas fueron a su taller, donde eran y
son rasgos habituales la atención a la poesía argentina y regional, el trabajo
con las medicaciones sociales de percepción y la conciencia literaria del autor
como núcleo fundamental de la reflexión. Helder jugó un rol central en la
sociabilidad del momento en razón de su capacidad para articular diferentes
zonas del país (Rosario, Bahía Blanca, Capital Federal) a través de una red de
talleres y la gestión de contactos.
El resto del
libro está dividido de acuerdo con los modos de percepción que privilegian los
poetas (cultural, política e histórico-económica). En cada una de las
introducciones los autores toman posición polémica contra el discurso de la
posmodernidad. “La percepción cultural” discute que la mezcla de lo alto y bajo
en la selección de referencias culturales por parte Casas, Desidero y Laguna
-Gilda y Baudelaire, por ejemplo- esté vinculada con una idea de pastiche
típicamente posmoderna. “Los poetas de los 90 cortan una segmento del consumo
cultural, la cultura joven, y en relación a ella se plantean y definen sus
materiales: el rock junto con el cine, la alta literatura junto con la cumbia o
el comic junto con la filosfía. En cuanto a la “percepción política” hay una
discusión con la idea del fin de los relatos y la presentación de los jóvenes
de los 90 como apolíticos y desinteresados.
La refutación, como es correcto, está armada desde los textos: en Rubio,
Gambarotta y Cucurto hay una preocupación muy especifica por lo político y una
percepción política de la realidad. A medida que el libro avanza se van sumando
más mediaciones sociales; esta “percepción política” incluye el dato de la
cultura joven, pero hay un objeto político que predomina en los tres autores.
En la “percepción histórico-económica”, por último, hay otra polémica con la
teoría posmodernidad: la pérdida se centralidad de la economía como factor
cognitivo del mundo se refuta con los poemas de Raimondi, donde todos los
objetos son percibidos atentiendo a la totalidad de determinaciones históricas
y económicas en que están implicados.
La última parte
del libro es una cronología de todas las publicaciones (desde el 90 en
adelante) que funciona como apertura al resto de la poesía de los 90; no porque
hayan sido seleccionados siete poetas significa que no se recomiende leer a los
demás: todo lo contrario. Los libros que se mencionan son muy valiosos, como el
caso de los de Daniel Durand, que estaba seleccionado para la antologia pero se
negó a integrarla.
Por otra parte,
este libro refleja la importancia de la constitución de grupos, incluso de
cenáculos, en la literatura como factor de aglutinamiento, de discusión y de
formación socioliteraria. De ese factor aglutinante, de esa perserverancia en
el trabajo conjunto, provienen la calidad conceptual de los textos de La
tendencia y su claridad en la unidad de concepción.
La tendencia, entonces, decide difundir la poesía de los 90 y ensanchar su
círculo de lectores. También decide establecer una nueva modalidad crítica que
incluye o toma como dato la información universitaria y a la vez la cuestiona y
complementa. Y hay un objetivo más: servir de caja de herramientas para
escritores jóvenes que están empezando o inclusive para los que escriben hace
mucho y no han tenido mucho acceso a la poesía contemporánea. Esto última
comporta cierta utilidad en un contexto donde la literatura argentina -la
narrativa especialmente- no logra salir de recetas antiguas o se malogra en
buenas intenciones.
El carácter
categórico de las afirmaciones del libro, por supuesto, no cierra la polémica
ni la objeción. Ocurre lo contrario. Y ya ha ocurrido, de hecho. Lo
interesante, dado el trabajo de investigación que hay detrás de las
proposiciones críticas, sería que esas discusiones que el texto abre se
hicieran con similar esfuerzo. Un comportamiento automático cuando se publica
una antologia es decir “falta X”, “falta Y”. Para que la recepción resulte
interesante, más allá de la respuesta automática, sería de esperar que los
comentaristas no se limitaran a enumerar qué falta, sino a establecer otros
sistemas de lectura, con argumentos propios
y mayor honestidad.
Leyendo La
tendencia uno puede concluir que la poesía de los 90 representa lo mejor de
la literatura argentina de las últimas décadas y eso sería suficiente para que
el libro fuera interesante. Pero hay aparte una novedad en términos de crítica
literaria y encare del género antología que lo vuelve aún mejor y más
imprescindible.
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