jueves, 17 de enero de 2008

Función Blanca: análisis crítico, con regla y compás



Según él mismo ha dicho, el arco de intereses, disciplinas, problemas y coyunturas que Tomás Maldonado abordó a lo largo de sus recientemente cumplidos 85 años es de una "diversidad irritante". El aparente eclecticismo de un "intelectual técnico" (como ha sabido autodefinirse) que supo intervenir en la pintura y la docencia universitaria, en la teoría del arte y el diseño industrial, en la historia de las ideas, la semiótica, la filosofía, la cibernética, el urbanismo, etc., etc., no puede explicarse sino por su reverso: su constante, desbocada vocación modernista por la inteligencia, el progreso y la justicia.

Contándose entre los fundadores de Asociación Arte Concreto Invención (ariete de las poéticas de la abstracción geométrica en la escena artística local allá por los años '40), Maldonado no fue sólo el autor de algunas de las piezas más emblemáticas de ese movimiento, sino también uno de los principales artífices de su articulación teórica, con el acento puesto siempre en el funcionalismo y la promoción de una estética científica, bien lejos de las teorías de la "necesidad interior" y de toda hipóstasis metafísico-espiritual de la sintaxis visual no-figurativa. Maldonado y los invencionistas pretendían, antes bien, subordinar totalmente la esfera artística a las necesidades del mundo moderno. "A una estética precisa, una técnica precisa". El artista es un ingeniero: no crea, más bien inventa. Cada obra es un proyecto determinado surgido de unas necesidades claras, que deben ser estudiadas por anticipado y resueltas regla y compás en mano.

A lo largo de su trabajo en la revista de arte, diseño y arquitectura Nueva Visión, así como en su labor docente en en la Escuela de Diseño de Ulm (a la que se incorpora en 1954), que haría contribuciones importantes en diseño industrial, Maldonado mantiene el núcleo compacto de premisas que hacen que su obra artística, teórica y ensayística, siendo tan vasta y polimorfa en sus temas, sea a la vez tan precisa y coherente en sus motivaciones. Tomándolas en consideración y examinándolas en profundidad, la vastedad de temas y áreas a que abocó sucesivamente su cerebro no sólo es legítima, sino incluso lógica.




Alcanza con pensar en el momento en que abandona la pintura, promediando los años '50, para dedicarse de lleno al diseño. Más que nada, se trata de un movimiento genuino surgido de su propia reflexión artística: la renuncia a un ámbito de trabajo puntualizado como el pictórico, inoperante desde el punto de vista de las ambiciones sociales de modernización y cambios concretos de la forma en que el hombre vive sobre la tierra. En la línea estelar de la Bauhaus, para Maldonado el arte debe unirse simplemente con la industria moderna, en el sentido más históricamente delimitado del término: debe consagrarse sin más a los electrodomésticos, los automóviles y todos los objetos de uso que modelan la interacción del hombre con su entorno.


El siguiente movimiento espiritual que debe resaltarse es menos nítido que el abandono de la pintura, menos teatral por decirlo así, pero igualmente preciso y significativo. Podría reducírselo al cuerpo de obra escrita que Maldonado comienza a acaparar cuando se establece como profesor en Italia, aunque sería preferible situarlo en la introducción a un libro clave: La speranza progettuale (1970), luego publicado en español como Ambiente humano e ideología. En ella, Maldonado realiza una especie de traslación del problema a una escala todavía mayor: si el arte había expiado sus pecados en el diseño en serie, este deberá purgar los suyos en la reflexión teórica, y más concretamente, en el entonces caldeado terreno de la polémica arquitectónica.

Los comienzos de los 70 no trajeron al mundo únicamente el decálogo venturiano de aprender de Las Vegas (lo que Maldonado describe como un "abuso semiótico"), sino que también mostraron el desastre de Vietnam y un creciente y ecuménico fastidio con respecto a las premisas proyectuales de la modernidad. Al nihilismo proyectual que es evidente en Venturi (aprender de Las Vegas = valorizar el statu quo arquitectónico de la opulencia capitalista, i.e. olvidar cualquier posibilidad de cambio social consistente en diseñar edificios "puntiagudos como patos"), Maldonado lo inscribe en un nihilismo cultural mayor. Dialéctica de la Ilustración es un libro que no falta a la cita, y con vistas a resaltar lo importante: que el desánimo no puede llevarnos a tirar todo por la borda, o que esto en última elección es incorrecta. En cambio, lo prioritario, según Maldonado, es "reconstruir sobre nuevas bases nuestra confianza en la función revolucionaria de la racionalidad aplicada".

Contrastado con el entusiasmo geométrico de los 40 o la promesa de rediseñar el mundo característica del diseño moderno, el problema que plantea esta reivindicación de la racionalidad en el contexto de los '70 es clave, y explica el afán ensayístico de Maldonado. En efecto, las corrientes de opinión dominantes consideraban que la racionalidad técnico-instrumental era la principal culpable de los mayores desastres humanitarios que vio el siglo XX. Pero es esta racionalidad la que lleva a Maldonado a repensar críticamente la práctica del diseño no ya en relación con sus fines inherentes en tanto disciplina surgida del contexto del humanismo, sino más bien en relación con su uso concreto en el entorno del capitalismo avanzado. Maldonado lo describe al comentar la génesis del libro y el cambio de rumbo que tomó el proyecto en el curso de su realización:

Mi idea originaria era publicar un libro sistemático (...) acerca del estado actual de la investigación metodológica en materia de diseño ambiental. Pero sucedió que, en plena marcha, (...) dejé de creer en la empresa. Lo cierto es que, cuanto más avanzaba en el conocimiento de las técnicas metodológicas, tanto más evidente se me hacía la contradicción entre la relativa madurez de estas técnicas y la absoluta inmadurez de los centros de poder decisorio de nuestra sociedad para utilizarlas razonablemente. Al llegar a este punto, me pareció necesario cambiar de programa. En lugar de publicar un libro sistemático, juzgué más oportuno escribir un breve ensayo sobre la flagrante contradicción advertida.

Según Maldonado, el libro sólo puede valorarse como una tarea de "reconocimiento del terreno", ya que en él no hay ninguna receta por fuera de la lectura polémica de poéticas y teorías urbanísticas. Es decir, se trata de emprender un análisis del modo en que los avances del quehacer moderno (avances técnicos, artísticos, literarios o cuales fuese) asumen intencionalidad social y permiten efectos concretos en el marco de las sociedades capitalistas. Lejos de responsabilizar a la técnica, repensar diametralmente su uso.

¿Quién, sino un moderno a carta cabal, podría siquiera intentarlo? Para el consenso filosófico finisecular, surgido del incestuoso amor de la radiofonía y los campos de exterminio, la modernidad es repulsiva en la medida que el desarrollo tecnológico acrecienta el poder de destrucción. En esta creencia, el problema del uso social como tema de análisis crítico se pierde por completo de vista, y en su lugar se superponen ficciones conceptuales como la del "mundo administrado" y la "civilización occidental burguesa blanca racionalista fría". Sólo una mente moderna como la Maldonado (como antes la de Einstein, y tantos otros) puede entender que, en lugar de responsabilizar a la ciencia, debe discutirse su uso; que nada ganamos eliminando la matemática de la currícula escolar, y que en cambio necesitamos intelectuales técnicos bien formados, analistas, críticos y entusiastas, que nos permitan comprender el mundo real con sus problemas reales.


1 comentario:

mauro m. dijo...

Andy Warhol se pasó del diseño al arte por la misma época, pero nunca consideró que su trabajo como artista fuera muy diferente a su trabajo como diseñador.
Y también estuvo muy influido por la Bau Haus, varios de los profesores que tuvo en la universidad eran representantes de ese movimiento.
a mi la abstracción geométrica no me gusta mucho, pero me parecen interesantes los planteos de Maldonado que uds. presentan.
El arte de Andy Warhol me gusta bastante más, y me pareció que tiene un par de puntos en común con Maldonado (por ejemplo) que valía la pena recordar, dada la imagen tan chota de Warhol que se suele tener.

saludos