1- Los que piden esa libertad abstracta son “filósofos occidentales” (qué gran expresión) a los que nada debemos.
2- Engels ha marcado que el marxismo es hijo del idealismo alemán, el cual, como nadie ignora, tiene a la libertad por valor supremo. (Zizek decía: lo valioso de los idealistas alemanes es que no se contentaban con oponer la libertad al sistema, sino que se atreveían a encarar los problemas propios de un Sistema de la Libertad.)
3- El argumento propiamente astradiano, que merece una transcripción: “Los hombres, para realizar históricamente su destino terreno, tienen que instaurar un orden social que debe considerarse, en principio y de hecho, como un orden social justo, y el cual ha de ser su propia obra. Por tanto, ellos no pueden reconocer como causa del mismo a ninguna potencia trascendente, ni a ninguna necesidad inexorable llamada a incidir desde fuera sobre el destino humano y la organización de la sociedad de acuerdo a un orden justo” (Quadratta, Buenos Aires, p. 49, subrayado agregado).
Astrada no enmarca en oro esta tesis, fiel a su estilo alemán sin estridencias, profesoral, por momentos difícilmente legible. Pero vale la pena hacer justicia. La realización de la libertad (destino metafísico de la humanidad) tiene que ser ejectuada libremente. Para decirlo de modo francés: somos libres de ser libres. Puesto que el reino de la libertad no es todavía, debe ser realizado; pero realizar algo, en el sentido pleno de la palabra, es realizarlo como agente libre. Apreciemos esta elegancia: sería absurdo que el comunismo, la libertad hecha mundo, llegara de un modo no-libre, es decir, de acuerdo a un determinismo ciego. Astrada no sólo dice esto, sino que además lo encuentra y fundamenta desde Hegel y Marx. Cómo no lo vimos antes, ¿no? Agradezcamos: ha desaparecido un falso problema, un aburridísimo problema típicamente filosófico: el de la “teleología histórica”.
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